Algo
está pasando
…y en Colombia es la Paz, ni más, ni menos
Viví intensamente -con dolor y rabia- cuando
era Rector del Colegio Claret de Cali, el secuestro, cautiverio y asesinato
de los 11 diputados de la Asamblea departamental del Valle, en 2002. Había en ese grupo familiares cercanos de docentes
y estudiantes del colegio, amigos y conocidos.
Ver ayer en los medios esta foto del encuentro, cara a cara, en presencia del Arzobispo de Cali, de tres de los comandantes de las FARC y familiares de 8 de los 12
diputados asesinados, me causó un gran impacto. Al leer luego el relato del momento y escuchar los testimonios de
las víctimas que participaron en él, pensé emocionado: algo está pasando en mi país, histórico, inédito y determinante... el intrincado texto de los acuerdos
va dando lugar a hechos fehacientes que con el realismo y la nobleza raizal de
nuestro pueblo, disipan dudas y temores, nos hacen sentir
el fresquito del logro y la razón y van cerrando la
boca a los arúspices de la fatalidad.
El encuentro de víctimas y victimarios no fue una escena para la foto de ocasión, ni un ejercicio de buena educación en presencia de un monseñor. Fue una abierta expresión de sentimientos desde lo
más hondo del dolor y la
madurez de las primeras, directo a la hasta ahora cerrera
actitud de los guerrilleros para lograr de ellos palabras en vez de balas, asentimiento en
vez de consignas incendiarias, reconocimiento en vez de
extorsiones y compromiso de seguir pidiendo perdón públicamente y reparar en vez de
seguir lanzando cilindros bomba y
sembrar minas quiebrapatas.
Y si a este increíble gesto
mutuo de acercamiento y buena voluntad se suman otros, como la petición de
perdón por la masacre de Bojayá (Chocó) y
la que se prepara por la de La Chinita (Antioquia), la puesta en marcha de la entrega de
niños y adolescentes en
poder de las FARC, el cálculo
de por lo menos 1.500 víctimas menos desde que empezó el proceso de paz o los comprometedores planteamientos
de los jefes guerrilleros, con un lenguaje extraño hasta hoy en ellos, frente a temas tan sensibles como la
retención de personas, tenemos que aceptar que las interminables jornadas de La Habana iban en
serio, que el posconflicto no es un efímero titular de
prensa y que la indiferencia o el rechazo recalcitrante de lo nuevo que viene,
pueden dar al traste con una tarea que solo será exitosa si todos arrimamos el
hombro, la mente y el corazón.
Por supuesto, hay todo el derecho al disenso y la controversia que, manejados con respetuosa
pasión e inteligencia abierta son también proceso de paz. Además, están ahí,
relegadas de momento a un segundo plano de la noticia pero no menos urgentes, otras problemáticas realidades de la nación que no se
arreglan por carambola de lo que empieza a moverse. Ahí también entramos tú y
yo, con un rol ineludible, para que el chico
sea de campeonato.
Y para terminar, qué mejor que uno de los protagonistas del histórico momento de paz de Cali nos
cuente cómo le fue. Esto es lo que escribió en su Facebook Sebastián Arismendi, un muchacho de 19 años, hijo de uno de los diputados:
"Hoy siento una tranquilidad que nunca en mi vida había sentido,
siento una paz interior que necesitaba desde hace mucho tiempo, hoy puedo decir
que por fin mi padre se puede ir a descansar en paz.
No les voy a mentir, antes de acostarme a dormir en la noche anterior
tenía muchos miedos, pensaba cómo iba a ser ese momento cuando viera a los que
asesinaron a mi padre: 'Iván Márquez', 'Pablo Catatumbo', 'Rodrigo Granda' y
'Joaquín Gómez'.
Simplemente creía que no iba a soportar tanta presión y sencillamente
saldría corriendo de allí implorando por justicia.
Al amanecer, la ansiedad no me abandonaba, los mareos y el estrés eran
los que primaban en mí. Por lo tanto, no fui capaz de desayunar y partí a mi
encuentro con el estómago vacío pero lleno de miedos y dolores en mi corazón.
El momento había llegado, miré al cielo implorando al Espíritu Santo que
me diera la fuerza para afrontar la situación. En ese momento, ellos entraron,
y les confieso no sentí nada, me llene de fuerza y me puse de pie a exigirles
la verdad.
Mostré todo mi dolor y sufrimiento durante todos estos años, les dije
algo que siempre había querido decirles: yo jure matarlos a todos ustedes
cuando solo tenía nueve años, con lágrimas en mis ojos y con el alma
destrozada, por el asesinato de mi padre.
Sin embargo, les dije que ya los había perdonado y también ya me había
perdonado y por eso yo era libre y feliz. Pero, ellos como nunca lo había
esperado (nunca espere nada de ellos) me escucharon con respeto y ponían
atención a todas mis palabras. Al final, 'Pablo Catatumbo' tomó la palabra y
nos dijo: "No nos orgullecemos del asesinato de los diputados, eso nunca
debió pasar. Hoy hacemos un reconocimiento público y pedimos perdón. Ojalá
ustedes también nos perdonen" e 'Iván Márquez': "Desde lo más
profundo de nuestro ser sentimos su dolor. Permítanos que nuestros sentimientos
los abracen, y pedirles perdón por esta situación". Además de muchas otras
palabras que decían sin un libreto en sus manos.
Sinceramente, jamás espere que ellos pidieran perdón, siempre se
caracterizaron por ser duros y orgullosos, ayer desconocí al 'Iván Márquez' de
siempre, se veía triste y no reprochaba ninguno de nuestros requerimientos.
Por todo lo anterior, algo muy extraño pasaba en mi cuerpo, el
sufrimiento se fue desapareciendo de mí, y sentía que había obtenido justicia,
porque me di cuenta que viéndolos en la cárcel no me traería a mi padre de
vuelta, pero obligándolos a escucharme y escucharlos arrepentidos por lo que
hicieron, me hizo sentir grande y a ellos verlos muy pequeños.
Finalmente, salí con una sonrisa en mi rostro y veía cómo mi padre se
sentía orgulloso de mí en el cielo, porque comprendí que su vida fue entregada
para que Colombia fuera una mucho mejor.
Te amo, papá, siempre estarás en mi mente y corazón, y te juro que mi
vida será para cumplir el sueño que ambos tuvimos: ver a Colombia como una tierra
mucho mejor para todos nosotros".