HC - Llamarada

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jueves, 25 de agosto de 2016

Colombia: un momento histórico

El Fuego de la Paz


Con la misma expectativa, ansias de triunfo y sentido de país con que hace unos días nos pegábamos a la TV para ver las finales olímpicas en las cuales participaba algún colombiano, anoche, miércoles 24 de agosto, presenciábamos la ceremonia de firma y entrega del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera en Colombia (dar clic en el título para ver el texto completo), que se llevó a cabo en La Habana.

Y entre lo que sucedió en las pistas y podios de Río 2016 y la representativa asamblea de la capital cubana, las analogías son perfectas: el miedo a lo inalcanzable y las ganas de un record, la dureza del entrenamiento con todos sus sacrificios, concesiones y la emoción de los logros, el anonimato humillado del don-nadie y la talla noticiosa del campeón, el impacto de los intentos fallidos o las caídas y la satisfacción ambiciosa del plusmarquista, el temor a las mañas del contendor y la convicción de la valía personal y el juego limpio, el escepticismo que nos atornilla a lo malo conocido y la capacidad de soñar con los pies en la tierra ante lo bueno por conocer.

Todos querríamos algo mejor, pero tenemos un Acuerdo serio e integral que, asumido como debe ser, marca un hito de transformación en la realidad nacional, decía Humberto De la Calle en su docta alocución en la ceremonia.  Dejamos las armas y demás componentes de  la guerra para buscar el bien del país en democracia, afirmaba Timochenko en su trabajada y comprometedora arenga. Ahora, la palabra la tenemos tú y yo en ese ineludible ejercicio coral que no admite personalizaciones que polarizan o protagonismos faranduleros que opacan la causa, grande, limpia y urgente. A diferencia de las olimpíadas, aquí no vale la actitud pasiva y aletargada del televidente que cambia canales a control remoto para distraerse en otro deporte, en el que sudan y triunfan los demás. No participar en la competencia por la vida y la justicia, es resignarse a ser los de la banca, los noqueados, los que no cuentan.

Afortunadamente, en Hogares Claret hace mucho rato que sabemos de procesos de paz: que empiezan en lo más hondo del ser humano destruido y terminan en la inclusión social hecha de cese de la autodestrucción, no repetición del consumo y la degradación, restauración de unos derechos humanos y un proyecto de vida integral, reparación efectiva y permanente en los entornos familiar y social.

La invitación, pues, a la entera familia de los Hogares, la Claretianidad y los que se atreven a soñar con nosotros, a la gran oportunidad para la paz que tiene hoy Colombia. Desde una apuesta casera, constante y efectiva por unas relaciones interpersonales de mucha calidad, aceptación y respeto, por un dialogo apasionado e inteligente que nos aúne y nos integre en las diferencias, por un acercamiento serio y reflexivo a los textos del Acuerdo y al debate que visualiza un país modelo, por un diario vivir cálido, cordial, gozoso y productivo que dinamiza por contagio los formidables pasos que aún hay que dar para consolidar el proceso.

En este contexto sí que vienen bien las consignas inspiradas en la educación basada en la conciencia, que con tanta fuerza reitera Gabriel Mejía, nuestro fundador y líder:
  • Insistencia, persistencia y consistencia!
  • Coherencia llama coherencia por resonancia!

La fulgurante llama olímpica que llenaba de destellos mágicos el Maracaná y hacía brillar más los ojos de los triunfadores y el fulgor de las medallas, se apagó al final de las justas, como para recordarnos que todo puede ser efímero y recreable de tanto en tanto. Pero el fuego, la llamarada de la Paz genuina es una esencia, un sentimiento ineludible, inextinguible y expansivo en el corazón de cada colombiano y colombiana.

Ayudas para conocer (confrontar) y comprometernos con el acuerdo para la paz